El Arsenal fue superado, sacudido y por momentos desbordado por un PSG desatado que, dirigido por un Luis Enrique ofensivo hasta el fundamentalismo, se llevó una valiosa victoria 0-1 en Londres que pudo ser una goleada. El único tanto de la noche lo marcó Ousmane Dembélé al minuto 3, tras una jugada vertiginosa que desarmó a una defensa desconcertada.
El equipo de Mikel Arteta, que buscaba equilibrio entre pragmatismo y posesión, nunca encontró su identidad, atrapado entre la presión rival y sus propias dudas tácticas. Mientras tanto, el PSG apretó sin descanso, atacó con fe ciega y, de no ser por David Raya y la falta de puntería parisina, habría liquidado la semifinal de ida.
La vuelta será en el Parque de los Príncipes, donde el bloque bajo ya no será opción. El Arsenal necesita algo más que respuestas tácticas: necesita carácter. ¿Podrá revertir la tormenta?